Alarga los plazos
Uno de los mayores problemas de la productividad normal es la abundancia de plazos que se suceden rápidamente. Esto ejerce una presión innecesaria y es perjudicial para la calidad del trabajo.
Si es posible, intenta fijar los plazos con mucha antelación y, con más sentido común, fija plazos más cortos. Piense de antemano cómo va a gestionar el estrés y delegue tareas cuando surjan de repente problemas que haya que resolver con urgencia.
Establezca prioridades
La productividad “lenta” se basa en la capacidad de aparcar las tareas sin importancia y centrarse ahora en las importantes. Si una tarea pendiente de cinco minutos tiene el mismo peso que un proyecto importante en tu sistema de trabajo, algo va mal.
Intenta ser realista con tu lista de tareas pendientes y no añadas importancia a tareas innecesarias. Cuando todo hay que hacerlo con urgencia, la propia noción de urgencia se borra y te sobrecargas de pequeñas tareas.
Automatice los procesos
Trate la productividad “lenta” no como una oportunidad para trabajar menos, sino para trabajar de forma más inteligente. Intente automatizar las tareas que realiza con regularidad, por ejemplo con un software especial. Así liberará espacio y tiempo para la productividad “lenta”.
Puede que pienses: “Eso suena genial, pero no tengo tiempo para ir más despacio”. Pues no. No tienes tiempo para no ir más despacio. Estadísticamente, el 42{9ec9a70e1f3dcef6d617d1e626162872a897b3645eb1be222f6e527cc5eccade} de los trabajadores de oficina experimentan agotamiento en todo el mundo. La productividad “rápida” no sólo afecta a la calidad de tu trabajo, sino también a tu salud física y mental.