3- Recompénsese
Somos así: no nos interesa hacer algo a cambio de nada. Por cada pequeña o incluso difícil acción queremos obtener una recompensa. Y si nadie nos la da durante mucho tiempo, nuestro estado de ánimo se echa a perder, queremos renunciar a todas esas cosas difíciles e ir a un lugar donde nos garanticen que obtendremos algo de placer. Como las redes sociales. O la panadería más cercana.
Todo esto ocurre gracias a la dopamina, de la que probablemente hayas oído hablar mucho. En pocas palabras, es un neurotransmisor que activa nuestro sentido de anticipación del placer y, por tanto, nos hace desear placeres rápidos y sencillos: comida, sexo, vídeos de YouTube.
Puedes engañar al sistema de la dopamina: invéntate recompensas para ti mismo. Por ejemplo, si después de un entrenamiento vas a la tienda y te compras algo bonito, tu cerebro pensará que el deporte no es tan duro y te dará un subidón de dopamina antes de la siguiente sesión. Pero lo que cuenta es la regularidad, por supuesto. Y la proporcionalidad de la acción y la recompensa.
Comer bombones después del entrenamiento puede anular todo el efecto del deporte.
Piensa en lo que puede complacerte y al mismo tiempo no perjudicará ni a tu salud ni a tu cartera. Aquí tienes algunas formas de recompensarte tras completar una tarea difícil:
Tómate un vaso de delicioso café.
Lee un libro o escucha algunas canciones nuevas.
Cómprate alguna cosita bonita, como un buen cuaderno o pegatinas para el portátil.
Túmbate en un baño de burbujas.
Escribe una entrada en tu diario y elógiate.
Ponga una marca en negrita en su diario (es el disfrute de este proceso lo que está en el corazón de los seguidores de hábitos).
4- Estudiarse a sí mismo
Algunas personas trabajan perfectamente a primera hora de la mañana, mientras que otras picotean hasta por lo menos la hora de comer. Algunos necesitan silencio, como en una biblioteca, mientras que a otros les gusta tener música o sonidos de la naturaleza de fondo. Hay quienes adoran las agendas de papel y quienes llevan años anotando las listas de tareas en sus teléfonos.
No existe una receta única para la productividad. Para encontrar los ingredientes adecuados y hacer la proporción correcta, tienes que estudiar tus propias peculiaridades e intentar tenerlas en cuenta.
Puedes, por ejemplo, llevar un diario de tu estado de ánimo: tres veces al día, anota en un cuaderno cómo te sientes y si tienes mucha energía. Y al cabo de un par de semanas, basándote en estas notas, determina cuál es el momento ideal para trabajar, estudiar, hacer deporte u otras actividades. Experimenta con distintas técnicas de productividad, a ver qué te funciona.
5. Espere a los primeros resultados
Pocas personas abandonan un proyecto cuando sólo le quedan un par de retoques por hacer. Si volvemos a las promesas de Año Nuevo, la mayoría nos olvidamos de ellas antes de que acabe enero. Es decir, lo más frecuente es que la gente se detenga justo al principio del viaje (mientras no hay experiencia, nada está claro y el caso no da para alegrías). Sin resultados visibles y comentarios positivos, es muy difícil creer que podemos realizar la tarea y que este objetivo merece el tiempo y el esfuerzo invertidos en él.
Una vez que empieces a tener éxito, será más fácil seguir adelante.
Si te resulta muy difícil y quieres abandonar, prométete a ti mismo que esperarás al primer resultado de tus esfuerzos. Y entonces, si los primeros kilos que pierdes, el dinero que ganas o los pasos de baile que aprendes no te gustan nada, puedes dejarlo y elegir otro objetivo con la conciencia tranquila.